Padre nuestro, que estás en los cielos. Santificado sea tu nombre. Venga
a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo. El pan nuestro de cada día, danos el de hoy, y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del maligno, amén.
Libramé Señor, yo te lo ruego de todo corazón, de cuantos males presentes
y futuros, tanto del alma como del cuerpo; dame por tu bondad la paz y la salud, y seme propicio a mí, que soy hechura tuya, por intercesión de la bienaventurada Virgen María y de los Apóstoles
San Pedro, San Pablo, San Andrés y todos los Santos. Concede la paz a tu criatura y la salud Durante mi vida, a fin de que, estando asistido por la ayuda de tu misericordia, jamás pueda ser
esclavo del pecado ni abrigar el temor de ningún desfallecimiento; por el propio Jesucristo, tu hijo. Nuestro Señor, que siendo Dios vive y reina en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de
los siglos. Así sea. Cordero de Dios, que te has dignado nacer saliendo de las entrañas de la Virgen María: que estando en la Cruz lavaste al mundo de pecados, ten piedad de mi alma y de mi
cuerpo. Cristo, Cordero de Dios, inmolado para la salvación del mundo, ten piedad de mi alma y mi cuerpo. Cordero de Dios, por el cual todos los fieles son salvados, dame tu paz, que ha de
perdurar en esta vida y en la otra. Así sea.